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'Gigantes' es la nueva ficción de Movistar+, y es una apuesta segura

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Crítica de ‘Gigantes’: a su lado todo son hormiguitas

Desde este 5 de octubre ya está disponible en Movistar+ ‘Gigantes’, una ficción de gran calidad que se mueve por varios géneros.

por Redacción

Siento que Movistar+ ha colocado la guinda a un sabroso pastel con ‘Gigantes’. En un 2018 de estrenos interesantísimos, después de ‘Félix’, después de ‘El día de mañana’, la plataforma se atreve con una ficción de la que se ha hablado como una apuesta arriesgada. Supongo que lo es en ciertos términos, pero tras verla a uno le sale solo pensar que era un envite seguro para el espectador. ‘Gigantes’ hace honor a su título en cada episodio.

Es una apuesta ambiciosa, sin llegar en ningún caso a ser pretenciosa. Es una de esas ficciones que se atreve a caminar entre el cine y la televisión, con conciencia plena de que puede hacerlo. Dirigida por Enrique Urbizu y Jorge Dorado, con la idea de Manuel Gancedo y el guion de Miguel Barros y Michel Gaztambide, creo que ‘Gigantes’ es exactamente lo que pretendía ser. Es una serie cuidada en todos los aspectos, en la que se aprecia la esperadísima mano de Urbizu en un conjunto que encierra elementos inesperados y alegorías interesantes.

‘Gigantes’ gira en torno a los Guerrero, una familia atípica que ha crecido en la violencia, la corrupción y el poder. Sobresale desde el primer episodio la figura de Abraham, el patriarca, el encargado de hacerles creer a sus hijos que pueden crecer teniendo el control de las situaciones y las personas que pasan por su vida, pero siempre sacrificando y sacrificándose por ello. Las relaciones entre los miembros de la familia están condenadas no solo al fracaso sino también a la destrucción; que algo sobreviva en un entorno así es casi un milagro del que disfrutamos en contadas ocasiones. ‘Gigantes’ es, como podéis imaginar, oscura y compleja.

Daniel Grao e Isak Férriz

Y también es muy entretenida, fácil de ver. Quiero destacar esto, porque parece que para que un producto de estas características se construya es necesario atravesar un proceso largo que en ocasiones resulta tedioso, interesante en la idea pero aburrido en las formas. No ocurre esto con ‘Gigantes’. Tanto sus grandes conversaciones como sus silencios más significativos atrapan al espectador, involucrado desde los primeros compases en una emocionante historia que se mueve a la perfección entre el thriller y el drama familiar, tomando elementos del western, de la más clásica historia de aventuras. Jorge Dorado me explicaba que le gusta definir ‘Gigantes’ como un melodrama criminal. Y os aseguro que este melodrama engancha.

Hay además mucho donde rascar. Uno de los detalles que más captó mi atención desde los inicios fue la sensación de antigüedad que me estaban transmitiendo las imágenes. Pese a estar ambientada en su mayoría en la actualidad, había cierto aire de otro siglo, de viejo mundo. Solo a medida que pasaban los capítulos fui intuyendo que también había otro elemento significativo: el que iba a terminar con este viejo mundo que se asomaba entre plano y plano. Y todo esto también me llevó a pensar que su lucha tenía más que ver con conseguir precisamente que su mundo no quedara destruido, y no con seguir creciendo en él. Están anclados, atrapados, pero aun así siguen siendo gigantes. De hecho, solo ellos son los gigantes. Y por eso la principal guerra está en casa.

Son los conflictos entre los hermanos, entre las familias que forman, lo que destacaría por encima del ansia por conquistarlo y dominarlo todo a su alrededor. Porque dominar a las hormiguitas es fácil, pero dominar a un gigante es un poco más turbio. La relación entre el hermano mayor Daniel (Isak Férriz), el mediano Tomás (Daniel Grao) y el pequeño Clemen (Carlos Librado) son, como los propios personajes, ambiguas, complicadas y salvajes. Uno no termina de tener claro si se quieren, pero es fácil advertir que se desprecian. Se desprecian porque con sus diferencias son todos iguales, porque comparten algo de lo que no se libran en ningún momento: la sangre, la herencia, una familia maldita. Por la que matarían y por la que pueden morir.

Emplear la palabra “salvaje” para definir esta unión familiar y para definir a los propios personajes no es casualidad, ni tampoco es algo completamente mío. ‘Gigantes’ nos presenta en muchas ocasiones paralelismos con el mundo animal, en un sinfín de detalles que espero descubráis por vosotros mismos. “Mis dos perros hambrientos, peleándose por mis huesos”, escuchamos decir a Abraham en una de las escenas también presentes en el tráiler de presentación. Y así es ‘Gigantes’: animales hambrientos dispuestos a todo, peleándose en un contexto humano con instintos e impulsos salvajes. Y abordando temas que van desde el abuso en el ámbito familiar hasta el narcotráfico, pasando por el racismo o la corrupción política.

En medio de esta oscuridad, aparece un elemento casi esperanzador: las protagonistas. Con A. En otra de esas dualidades de la serie, las mujeres representan la ruptura con este viejo orden. Ellas están cansadas de los Guerrero y cada una con sus armas lucha contra la herencia de Abraham, para no sucumbir a ella, para derrotarla o para adaptarse de alguna manera a lo que le ha tocado vivir. O para todo a la vez. Su lucha es interesante y va en ascendente, y tendremos mucho más de ellas. Parece que no habrá paz para los Guerrero (lo siento, tenía que).

Y el reparto está sensacional. La figura imponente de José Coronado como Abraham nos acompaña hasta el final; no imagináis cuánto. Siempre está ahí. En sus hijos lo encontramos, lo buscamos y lo sentimos. Quizá un poco menos en un Daniel Grao (Tomás) que hace un gran trabajo de contención, de serenidad, como si su labor fuera ser el animal al que le ha tocado vigilar a la presa. El espectador sabrá, porque lo verá en su mirada y lo sentirá en la autoridad de su voz que no pierde el acento característico de su barrio, que incluso en una especie de espera está atacando.

Isak Férriz (Daniel) ha sido una grata sorpresa, y buena parte de esa reflexión de lo salvaje de la serie la encontré en sus escenas. Nunca sabes por dónde va a salirte, y no se trata solo de un fantástico guion sino del nervio que encontramos en los movimientos del actor. Carlos Librado (Clemen) destaca sobre todo por su capacidad para reunir en un mismo acto esa inocencia que advertimos en el personaje, en un eterno pulso contra la sangre que sabemos que sigue ahí, porque también se deja ver, y que viene heredada.

Esa sangre está muy presente en Carmen Guerrero, la hija de Tomás, interpretada por Sofia Oria. Carmen renuncia a su sangre gitana, quiere ser una Guerrero, lleva el pelo teñido como si fuera el principio de su disfraz y tiene la mirada de su padre y de sus tíos, y sobre todo de Abraham. Sofía está tan estupenda como el trío protagonista, y es quizá el personaje con el que más sorpresas me he llevado. Elisabet Gelabert en el difícil papel de Ángel Márquez y Yolanda Torosio como Sol, la mujer de Tomás, completan un reparto protagonista que cuenta con otros grandes nombres que no hacen más que enriquecer algo ya de por sí delicioso. Porque ‘Gigantes’ es oscura, bestial, llega a ser sangrienta y criminal, pero qué rica me ha sabido.

Al lado de los Guerrero todo son hormiguitas; a las que aplastar, de las que aprovecharse, de las que no temer. No sé si llegarán a posarse en un hormiguero demasiado grande como para escapar de él airosos, pero de momento son gigantes al lado de todo. Como es gigante esta serie, al lado de la que todo ahora mismo se me antoja también eso: hormiguitas. No dejéis de verla.

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